Desde hace no mucho tiempo estamos asistiendo con perplejidad a un espectáculo insólito para un país europeo, democrático y aconfesional como manifiesta de forma expresa la Constitución española del 1978.

Me refiero, naturalmente, al espectáculo de los obispos y purpurados en la plaza pública predicando,no la bondad de Cristo, sino la maldad intrínseca de todos aquellos que en nuestro país han ampliado los derechos individuales con una serie de nuevas leyes, como la de los matrimonios homosexuales,que acaban con la desigualdad social de un importante grupo de ciudadanos y ciudadanas que al obtener derechos no conculcan los de otros como nos quieren hacer creer . Predicando, ni más ni menos, que contra el gobierno legalmente constituido y olvidando, como dice el título primero de la citada Constitución, que la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes del Estado.

Resultaba chusco ver y oir a su eminencia el obispo de Valencia dar lecciones de democracia cuando la institución a la que sirve y representa no sólo no es democrática sino que es altamente discriminatoria con la mitad de la humanidad, es decir, con las mujeres. Edificante ¿no?.

Otro espectáculo no menos insólito es el que ofrece cada mañana la emisora episcopal en la que su vociferante locutor estrella insulta, menosprecia, descalifica, cuando no miente descaradamente. La caridad cristiana no circula por las ondas de los obispos.

La última perla que nos han ofrecido los obispos españoles es la indignación nada santa que han demostrado tras la visita del Presidente Zapatero al nuncio de su santidad, es decir, al embajador de su jefe . Se me dirá que no todos los obispos piensan igual pero los otros callan y ya se sabe que quien calla otorga.

Con todo esto parece que la iglesia quiere volver a los tiempos del nacionalcatolicismo, a los de una grande y libre y las entradas y salidas bajo palio.Apuesto a que se intuye quién o quienes deberían arroparse con el palio.

La iglesia española parece haber olvidado las palabras de Jesús "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".Por este camino me temo que la iglesia está a punto de olvidar al propio Cristo.