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Miembras del Jurado, compañeras de periodismo, autoridades, asistentes. En primer lugar tengo que agradeceros este importante premio que desde hace muchos años concedéis a quienes hemos trabajado por la libertad, la igualdad y la justicia para todos los seres humanos.
Tengo que disculparme por no estar aquí con todas vosotras y vosotros para disfrutar del placer de recibir personalmente este premio que a fuerza de ser sincera no esperaba. El compromiso anterior que tenía con la cadena de televisión en cuyos estudios de Madrid me encuentro en este momento y la brevedad del plazo de tiempo con que me comunicasteis esta agradable noticia, ha impedido que pudiera cancelar el viaje. Pero creo que no debemos estar tristes por ello, porque en mi hija -¿y quien mejor?- recibo el premio y vosotras me tenéis ahí a través de ella, y al mismo tiempo no pierdo la ocasión de difundir el ideario feminista y denunciar las injusticias que se cometen cada día contra las mujeres a través de un medio de comunicación masivo, ocasiones que no son tan habituales y que vosotras, profesionales del periodismo, sabéis bien que no se deben desaprovechar.
Este premio tiene una significación importante para mí, ya que no sólo he dedicado mi vida al feminismo, por cuya tarea vosotras me lo concedéis, sino también porque soy periodista, nieta, hija y madre de periodistas. Por ello, este premio quiero dedicarlo a las mujeres de mi familia que dedicaron todo su esfuerzo, su vida y su libertad a luchar por cambiar nuestro país para que fuera un lugar donde las mujeres, los niños, los trabajadores, no fuesen explotados y oprimidos, donde la libertad, la igualdad y la fraternidad, las ya bicentenarias demandas de la Revolución Francesa se cumpliesen para todos los seres humanos.
Mi abuela, Regina de Lamo, anarquista, sindicalista, cooperativista, cuya múltiple labor política, artística, literaria, poética, la situó en la cumbre de la notoriedad que podía alcanzar una mujer, hasta que el viento de muerte que arrasó España la hundió en el anonimato, y la ingratitud de las generaciones siguientes no sintió interés por recuperar su memoria. Ella trabajó activamente en el movimiento cooperativo en Barcelona en compañía del que fuera el presidente mártir de Catalunya Lluís Companys, ella defendió con su pluma y con su palabra las mejores causas. Nacida en 1870 a principios del siglo XX defendía el amor libre, el control de natalidad, el aborto, la eutanasia, la eugenesia y era mucho más avanzada y feminista que las generaciones jóvenes de hoy.
Carlota O'Neill, mi tía, la hija mayor de Regina, hermana de mi madre, periodista, novelista, dramaturga, militante del Partido Comunista, directora de la revista "Nosotras" revista de las mujeres comunistas, que luchó activamente por la proclamación de la República y por el socialismo y que fue encarcelada en Melilla en 1936 donde penó largos cinco años, después de que fusilaran a su marido, el capitán de aviación Virgilio Leret, republicano y socialista.
Mi madre, Enriqueta O'Neill, cantante, periodista, novelista, dramaturga, que mantuvo los ideales revolucionarios toda su vida, que fue el apoyo de su familia durante los más terribles años de la represión y la posguerra y que me alimentó y me vistió, me educó y me inculcó los mejores valores humanos, y me transmitió la fuerza para defenderlos. Prematuramente desaparecida por los muchos sufrimientos que padeció, no obtuvo el reconocimiento que se merecía.
Gracias a ellas yo he tenido la información, las convicciones y la fuerza para defenderlas que han dirigido la trayectoria de mi vida.
El camino del feminismo que ya hemos recorrido está marcado por los hitos de los objetivos alcanzados: la igualdad legal que nos reconoce como ciudadanas de pleno derecho, pero todas sabemos la distancia que separa la teoría de la realidad. Hemos avanzado mucho en la conquista de nuestros derechos, se afirma que la única revolución triunfante es la de las mujeres, pero no hay espacio social ni político en el que hayamos alcanzado la plenitud. De las tres demandas revolucionarias: la libertad es la más conseguida, aunque todavía muchos padres son tiránicos con sus hijas y lo más desgraciado de todo, demasiados maridos, amantes y novios consideran a su pareja propiedad privada y así soportamos un nivel de violencia contra las mujeres inaceptable. La igualdad queda muy lejos de lograrse, en ningún nivel, ni el familiar ni el laboral ni el político, pero, sin duda, sin fraternidad, nunca lograremos avanzar en nuestras demandas. Sin solidaridad, complicidad y apoyo entre nosotras, nada podremos conseguir.
No debemos olvidar que el feminismo es siempre revolucionario, que se propone cambiar el mundo a favor de todos los desposeídos, y que para avanzar hacia tan noble objetivo en nuestro país hemos de mantener el nivel de la lucha que desarrollamos en los primeros años de la democracia. Si el movimiento feminista no es de reivindicación, de denuncia, de lucha, no es movimiento.
No podemos conformarnos con una realidad injusta y frustrante, no debemos aceptar las excusas del poder para resignarnos a aceptar como inevitables, o reductibles a muy largo plazo, las diferencias que nos marginan. Con palabras de Graca Machel, la dirigente feminista mozambiqueña, esposa de Nelson Mandela, "no debemos utilizar el lenguaje de la ONU". Nuestro lugar es la primera línea de lucha. Por nosotras, por las otras mujeres más desfavorecidas, por todos los desdichados del mundo.
Amigas, todavía queda mucho trabajo por hacer. Y hagámoslo entre todas, unidas, con alegría, porque con palabras de Mrs. Pankhurst "a los hombres sólo tenemos que agradecerles habernos enseñado la alegría de la lucha." |